jueves, 19 de mayo de 2011

Jóvenes y Política

Organicé un evento que se llevó a cabo en la Universidad Científica del Sur y me correspondió, dentro del programa, hacer la presentación ante nuestros tres disertadores: jóvenes candidatos al Congreso de la República 2011. Ellos fueron Maali del Pomar, Augusto Rey y Sergio Tejada.

Héctor Huerto y Augusto Rey en Foro Juventud y Política

Mis palabras fueron más o menos éstas:

No quiero dejar pasar la oportunidad para reflexionar sobre algunos aspectos que, desde mi perspectiva de docente e investigador de los mundos juveniles, considero son claves para entender esto de la política y los jóvenes o de los jóvenes y la política, como queramos enfatizarlo.

El título del evento, como hemos podido darnos cuenta, fusiona dos categorías: juventud y política. Quizás en otros momentos y lugares se haya o se esté hablando de política solamente, pero aquí hemos decidido hablar de jóvenes y política. ¿Por qué lo hemos decido? ¿Por qué en un país donde los actores políticos deben ser reconocidos por sus idearios o propuestas programáticas, nos interesa tanto su condición juvenil?

Intentaré responder esta pregunta en breves, muy breves minutos, para pasar a escuchar a quienes hemos venido a escuchar: nuestros actores políticos, que, por añadidura, son personas jóvenes.

Es recientemente que en el Perú se empieza hacer esta separación generacional de los actores políticos. Anteriormente esto no sucedía. Al menos no, con el énfasis de ahora. Por ejemplo, en una investigación que viene realizando Héctor Huerto, profesor de nuestra Universidad, se ha identificado que en la Asamblea Constituyente de 1978 participaron políticos jóvenes, pero era más notoria su condición ideológica que su propia condición juvenil. Por ejemplo, Javier Diez Canseco, actual congresista electo por Gana Perú, participó en dicha asamblea constituyente y no se visibilizó su condición juvenil, sino más bien su condición ideológica de izquierda. ¿Por qué?

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Desde mi punto de vista esto se debe a un fenómeno psicosocial que he llamado Emergencia de las Juventudes en el Perú de fin de siglo. Los actores sociales no existen por la mera existencia de los sujetos, sino porque se hacen perceptibles a partir de algún fenómeno o alguna condición, entre otras cosas, e irrumpen, como en el caso de los jóvenes, en nuestro escenario social. Luego del fenómeno de la violencia política aparece en la escena pública un nuevo protagonista de violencia urbana. Y esta vez ya no se trata de Sendero Luminoso ni del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, ni del Estado y sus fuerzas represivas armadas y policiales. Quizás la mayoría de ustedes sea muy joven como para recordar la ola de violencia en que estuvimos involucrados sin quererlo y que alcanzó cúspides mediáticas en sucesos como los de Uchuraccay, Putis, Lucanamarca y Tarata. Cada uno con sus propios matices.

De estos últimos, el que más dolió fue la de Tarata en el corazón de Miraflores. La violencia política tenía ya en los 90 un rostro urbano. Pero cuando el fenómeno entra en retirada luego de la captura de Abimael Guzmán otro sujeto irrumpe poco a poco en los medios de comunicación y con ello en el imaginario colectivo de la población peruana: los jóvenes pandilleros con sus muertos, heridos y daños a la propiedad privada.

Este nuevo sujeto o actor social es el protagonista del miedo y constituye una primera versión de la emergencia de las juventudes. Entonces los jóvenes se hacen visibles y son objeto de políticas públicas que buscan el control social para saciar la furia o prevenirla. Se empieza a hablar de los jóvenes como actores protagonistas de violencia y en constante situación de riesgo.

A finales de década de los 90, junio del año 97 para ser más exactos (en pleno gobierno fujimorista), un piquete de jóvenes sale a las calles para protestar contra un conjunto de medidas autoritarias que había dictado el gobierno: intervención de universidades, corrupción de medios, desmontaje de organismos democráticos como el Tribunal Constitucional, amenaza de reelección. Estos jóvenes llegan a sumar millares y salen a las calles liderando sucesivas marchas en búsqueda de la democracia que afirmaban haber perdido.

Esta es pues, la segunda aparición de los jóvenes en el imaginario colectivo. Se presentan ahora ya no tanto como protagonistas de riesgo, sino como sujetos idealistas defensores de la democracia. Las políticas públicas responden ahora con enfoque de promoción de oportunidades y ya no sólo prevención del riesgo. Se crea el CONAJU, se habla de la necesidad de un ministerio para los jóvenes y se impulsan leyes de participación como las del regidor joven.

Entonces conviven a fin de siglo ambas imágenes de los jóvenes: los jóvenes universitarios en su corajuda lucha por la democracia y los jóvenes pandilleros provenientes de las zonas urbano-marginales con su accionar violento, sin ideologías.

Ha pasado casi una década de estos sucesos y a partir de entonces el sujeto joven es visible y ya no puede pasar desapercibido en los procesos electorales. Los diferentes partidos políticos incorporan en sus planes de gobierno propuestas concretas para la juventud. Los medios de comunicación, durante los procesos electorales, aperturan espacios de difusión y de debate entre políticos jóvenes, como hemos visto recientemente. Los jóvenes son un actor social y sus representantes políticos cuentan con espacios de difusión.

Ahora bien, de lo que se trata es de superar el juvenilismo dejando de crear espacios de participación juvenil donde los jóvenes juegan como decía Sandro Venturo, siempre en la segunda división. Los políticos que hemos invitado han decidido jugar en las ligas oficiales en un partido que no se juega por los jóvenes sino por el país. Y hoy quisiéramos que nos relaten su experiencia siempre teniendo en cuenta nuestro país, nuestra sociedad en su conjunto y no solamente su condición juvenil.

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