viernes, 3 de septiembre de 2010

¿Tarea de todos?

Reflexiones en torno a pobreza y sociedad
Niños caminando a la escuela, Huancavelica
 
Afuera nos espera el vehículo con el que nos trasladaremos al interior del país.
 
Nos aguardan cerca de 9 horas de viaje. Nuestro destino es Lircay, distrito de Angaraes, Provincia de Huancavelica. El automóvil pronto dejará la Capital, penetrará centros poblados y sorteará las innumerables curvas que bordean los precipicios de nuestro Perú profundo. Aunque hemos viajado muchas veces, esta vez nos inquieta un dato: Huancavelica es el departamento más pobre del Perú. Esto suscita algunas reflexiones.
 
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Sobre la pobreza
 
En el Perú 35 de cada 100 peruanos son pobres, según el Informe de Pobreza 2009 (INEI, 2010). Esta cifra es significativa si consideramos que, según la definición de pobreza utilizada en este informe, este 34,8% de peruanos no alcanza el nivel de ingresos suficiente para satisfacer sus necesidades básicas. La cifra disminuye, pero se hace más dramática, si nos fijamos en aquellos que no cubren siquiera las necesidades alimentarias que su organismo demanda para llevar una vida normal: 11,5 por ciento de peruanos literalmente, no tiene qué comer, son pobres extremos, según este informe oficial.
 
Desplegadas estas cifras sobre una línea temporal, aparentan ser auspiciosas, y lo son más para un gobierno que, próximo al retiro, pretende evidenciar a toda costa los logros de su lucha contra la pobreza. Y es que la curva de pobreza ha ido descendiendo a límites que, aunque todavía severos, proyectan una ilusión de progreso: hemos pasado del 56% a un 34,8% de pobres en apenas 6 años y las cifras siguen viniéndose abajo.
 
Es cierto que estas cifras son prometedoras, pero no deberíamos celebrarlas hasta el punto de mostrar tolerancia con los todavía severos porcentajes de pobreza que convive entre nosotros. En nuestro país muchos fenómenos son presentados como naturales. Por ello tendemos a aceptar como un principio absoluto la existencia de pobres como requisito básico de funcionamiento del sistema. Esta naturalización de la pobreza es perniciosa, casi tanto como aquella que permite la violencia de los hombres hacia las mujeres, tema en el que si bien se han dado logros evidentes (en muchos sectores sociales ya no se acepta este tipo de violencia), todavía se necesitan pasos definitivos para desterrarla.
 
¿Por qué seguimos tolerando la pobreza? Quizás por que en nuestro país ésta así como ancha, es a la vez ajena. Ajena a una clase política que no ha enderezado su comportamiento histórico (corrupción, clientelismo, incapacidad); ajena a cierto sector de empresarios que todavía no entiende que inversión en el mundo moderno es también sinónimo de responsabilidad; ajena, en suma, a muchos sectores sociales que no comprenden que las posibilidades de convivencia dependen de condiciones irrestrictas de equidad.