martes, 3 de agosto de 2010

¿Imaginación psicosocial?

Niños recicladores en Talara
Por José Luis Cabrera

La imaginación sociológica es la capacidad de usar la imaginación para analizar diversos fenómenos sociales situándolos en amplios contextos. Para Anthony Giddens aprender a pensar sociológicamente implica cultivar la imaginación (Giddens, 1989).

Este uso de la imaginación, sin embargo, no es privativo de la sociología. Los psicólogos también tenemos que imaginar constantemente, tanto para entender, como plantear alternativas a las diferentes problemáticas que aborda nuestra disciplina.

Por ello he tomado prestado este concepto (acuñado por Wright Mills en 1970) y lo he trasladado a nuestro campo de investigación y acción. Usar nuestra imaginación supone un ejercicio de inspiración necesario para entender las situaciones, concebir propuestas y plantear alternativas a los problemas que abordamos.


¿Pero cómo funciona este tipo de imaginación? ¿Es posible aprender a utilizarla? ¿Es susceptible de enseñarse? No lo sé. Pero creo sinceramente que todos tenemos la suficiente dosis de ingenio para plantear propuestas a los fenómenos que a diario enfrentamos en nuestro quehacer profesional e incluso, en nuestra propia cotidianeidad.

Hace unos años fui contratado por una empresa petrolera para evaluar una situación de conflicto social emergente y plantear alternativas ante los problemas suscitados. A partir de un primer contacto con la zona de trabajo elaboré un diagnóstico aproximativo y esbocé algunas líneas de acción para una propuesta de intervención integral desde la empresa privada. Lo que vino después fue el diseño técnico de un proyecto, pero ese no es el tema del presente post. Para redactar el informe, que debía incluir lineamientos de acción, hice un gran esfuerzo de imaginación. Dejo aquí aquel texto, como testimonio que ejemplifica el tema abordado en este post.


1er informe
De la fiebre del petróleo a la fiebre de la chatarra


Los Órganos es un caluroso y pequeño asentamiento costero del norte del Perú situado a una hora de Talara. Su playa es bañada por un mar límpido próximo al concurrido balneario de Máncora. Talara era, a inicios del siglo XX una pequeña aldea pesquera de la Costa convertida luego en un pujante centro urbano poblado en torno del negocio del petróleo. La Internacional Petróleum Company sentó por ese entonces su base de operaciones al norte de Piura, estableciendo un campamento de trabajo que con el tiempo devino en un desarrollo inusitado de la ciudad de Talara. En poco tiempo, los territorios de extracción del “crudo” fueron ampliándose. Así surgió Los Órganos, pequeño campamento de trabajadores, que con el paso de los años amplió su población y sus límites geográficos.



El negocio del petróleo sufrió los cambios y ajustes propios de vaivenes de la política peruana. Hacia fines del 60, el General Velasco Alvarado lideró una reforma socialista de amplio espectro en el Perú. La industria petrolera fue estatizada. Años después, con los nuevos procesos de privatización, la extracción del crudo pasó a manos de pequeñas compañías a quienes el estado dio en concesión extensos territorios lotizados por su maquinaria privaticionista. Hoy muchas de esas compañías petroleras trabajan en la zona.


Sin ocupación y sin empleo


La fiebre del petróleo atrajo a Los Órganos a una población migrante con grandes expectativas de enrolarse en las compañías petroleras. Trabajar en una de ellas era sinónimo de seguridad y status, ya que el negocio del petróleo en el imaginario popular de entonces, estaba asociado a la bonanza. Sin embargo, con la desaparición del boom petrolero, las poblaciones perdieron su sustento y con el devenir de los años cayeron en una crisis de pobreza y desempleo. Atrás quedaron los cada vez más remotos recuerdos de la época de bonanza.




Actualmente un gran porcentaje de la población se encuentra desocupada, en especial su juventud. Una rápida mirada en una tarde cualquiera de día de semana, nos otorga un panorama desolador: decenas de jóvenes apáticos dando vueltas por las calles repletas de un ORGANOS castigado por el sol.


Una precaria economía


La economía de la zona se sustenta en:


Pesca. Que involucra a una considerable parte de la población masculina. Gira en base a grandes distribuidoras que compran oneladas de moluscos y pescado para luego procesarlos y comercializarlos fuera. La pesca depende de las veleidades del mar por lo que no siempre es una alternativa que procura sustento todo el año.


Pensiones. Fueron conseguidas con el trabajo y los aportes de los primeros pobladores. Estas pensiones (pertenecientes a las leyes 25530 y 19990) constituyen en muchos casos el único ingreso familiar. Lamentablemente, con el paso del tiempo, empiezan a desaparecer junto con sus beneficiarios, lo cual agrava la situación de las familias.


Remesas.- Según diversos testimonios, las remesas del extranjero constituyen un soporte económico para muchas familias de la zona.


Comercio.- Escaso y se realiza en torno del intercambio de productos de primera necesidad.


Empresas petroleras.- Albergan a un reducidísimo índice de la población a través de las compañías extractoras y la services que trabajan para ellas.


Gran parte de la PEA se encuentra desempleada, sobreviviendo en actividades marginales como el chatarreo y el hurto de petróleo, configurando un complejo clima de exclusión, marginalidad e inseguridad que ha comprometido la propiedad pública y privada.





Los reyes de la chatarra


Una pobre economía local y una débil dinámica social han generado el surgimiento de actividades alternativas vinculadas no sólo a la informalidad sino a la ilegalidad: el chatarreo y robo de CRUDO. Ambas actividades han ido extendiéndose y generalizándose hasta llegar a atentar visiblemente el patrimonio del estado y de la empresa privada perjudicando el trabajo de las Compañías petroleras que operan en la zona.



Olvidadas por el tiempo, las tuberías de antiguos pozos extractores se encuentran inoperativas, producto de la degradación y corrosión del metal del que están hechas. Sus tubos de metal son desmantelados y comercializados informalmente generando un peculiar sistema de recojo y acopio de chatarra. El negocio surgió hace algún tiempo cuando algunos pobladores empezaron a recorren los territorios de extracción en búsqueda de tubería abandonada. Luego de retirarlas, las vendían en el mercado informal a acopiadores que las distribuían en un mercado mayor. En un principio este ingenuo negocio no dañaba a nadie e incluso colaboraba con la higiene ambiental de la zona (suponía el sano retiro de material ferroso abandonado) pero pronto, fue convirtiéndose en una alternativa para muchos. Con la aparición de acopiadores grandes, se alimentó una perversa relación de oferta y demanda que terminó atrayendo a gruesos segmentos de la población que hoy se dedican a esta labor.



El negocio creció gracias a la falta de oportunidades laborales; la abundancia de material ferroso al “alcance de la mano”; al creciente mercado negro alrededor de la chatarra; a la apatía de los pobladores; la pérdida de valores y de concepción del bien privado; así como a la insuficiente capacidad de los sistemas de seguridad de las empresas extractoras.


Con la generalización del fenómeno, el impacto se hizo notorio. El negocio de la chatarra pronto empezó a saturarse. Los nuevos chatarreros ya no se esforzaban en buscar fierro abandonado e inútil debajo de la tierra, pues descubrieron que tenían a la mano un fierro de buena calidad (proveniente de redes operativas) que también tenía demanda en el mercado informal. Al extraer fierro de tubos operativos, inhabilitaron las redes de flujo del petróleo generando un problema ambiental y económico pues empezaba a frustrar las normales operaciones en diversas zonas de extracción del crudo.




Esta actividad es acompañada eventualmente del hurto nocturno de crudo de las instalaciones operativas. Los ladrones perforan las tuberías (en otros casos atentan contra las propias bombas de extracción) por donde fluye el crudo y recolectan el fluido en depósitos para luego ofrecerlos directamente a los usuarios y también a traficantes que lo procesan y transforman luego en un combustible de baja calidad pero con una demanda creciente en el mercado.




Se ha creado de esta manera toda una red de hurto, acopio, procesamiento y comercialización que se complica con el contrabando proveniente de Ecuador, sustentando a un mercado negro que lamentablemente sostiene a un gran sector de la población.




La Respuesta formal ante el problema



Ha habido diversas respuestas ante la irrupción del fenómeno. Casi todas ellas visualizaron el problema desde una óptica de control, seguridad y represión. Tenemos así que las empresas redoblaron sus mecanismos privados de seguridad en unos casos; en otros, acudieron a los órganos del estado responsables del control y represión: la policía, la fiscalía, etc, encontrando en ellos una ineficacia y un vacío casi imposible de salvar.



Una empresa petrolera, en convenio con la municipalidad y una asociación de pobladores, dio licencia para el recojo de chatarra y distribuyó sus terrenos para esta labor. A estos “trabajadores” les pagaba un jornal por la limpieza de estos territorios. Sin embargo, los turnos eran rotativos y no abastecieron para emplear a gran parte de la población, tal es así que la propuesta beneficiaba poco y a muy pocos.





Los pobladores empleados aprendieron muy bien el oficio y en los tiempos que no tenían contrato con la Empresa se dedicaban igual al recojo de chatarra, esta vez sin licencias e informalmente. Esto finalmente terminó de crear el efecto contrario para el que fue planteada la estrategia, generando mayor informalidad, ilegalidad y desorden.




Imaginando una propuesta


Evaluando preliminarmente los problemas, consideramos que deben abordarse prioritariamente desde una óptica de desarrollo social y no desde una perspectiva de seguridad y control social. El problema que se presenta tiene profundas raíces sociales y estructurales por lo que nos plantea el impulso de políticas de inversión sostenidas para el desarrollo local. Somos conscientes que las posibilidades de impulsar una política integral escapa a la acción de una sola institución por lo que será necesario impulsar sinergias entre los diversos actores comprometidos (o no) con el desarrollo de la zona.




Una intervención de desarrollo en la zona debe ser inteligente, multiplicadora y de rápido impacto. Debe recoger al máximo las oportunidades de la población e integrarse en una Política de Desarrollo Local que convoque a todos sus actores en un Plan de Acciones Compartidas. Nos arriesgamos a proponer dos ejes de una posible intervención: el desarrollo turístico y el desarrollo juvenil. Contemplado el panorama, consideramos algunas situaciones que orientan este sentido:


La condición joven de la población de Organos y Talara.


La belleza de las playas de Órganos, adyacentes al Balneario de Máncora, concurrido balneario del Norte, cuya infraestructura para la provisión de servicios turísticos se satura constantemente, por lo que Órganos pude constituirse en una alternativa cercana.


La creciente inversión privada en casas de playa con hermosos bungallows que da cuenta de una creciente mirada empresarial sobre la zona.


La existencia de infraestructura como la del hermoso boulevard construido durante una anterior gestión municipal que está apto para soportar flujo turismo en el balneario.


El año 2005, se organizó una fiesta de año nuevo que se realizó en dicho boulevard, con una inusual respuesta que abarrotó la zona y rebasó las posibilidades de servicio turístico.


Reiteramos que al ser la juventud un sector vulnerable y mayoritario, consideramos que una propuesta de desarrollo a largo plazo debe incorporarlos dentro de sus líneas de intervención.




Lineamientos




La implementación de un programa de desarrollo debe considerar este potencial turístico y afianzar las siguientes líneas de intervención.


Diagnóstico Integral.- Para identificar variables sociales, económicas y ambientales en el diseño de un programa de intervención social de gran impacto.




Capacitación juvenil.- Un proceso formativo de capacidades personales y de gestión local.


Asociacionismo y tiempo libre.- Espacios para el asociacionismo y búsqueda de programas educativos y recreativos para el afianzamiento de agrupaciones juveniles.


Capacitación técnico laboral.- Debe considerar aspectos de interés general y apuntar a la provisión de servicios turísticos. También podría realizarse para la gestión de emprendimientos turísticos.



Fortalecimiento Institucional.- La propuesta debe integrar el trabajo de las diferentes instituciones del estado, de la comunidad y de la empresa privada. Se debe articular esfuerzos de instituciones educativas, gobierno local, iglesia, policía, organizaciones juveniles y vecinales, empresa privada.

Infraestructura.- Una infraestructura básica (señalización, habilitación de las casetas de servicios existentes, etc.) para soportar pequeñas iniciativas (podría ser para el turismo).

Responsabilidad social.- Se debe involucrar esfuerzos de diferentes entidades del sector privado que operan en la zona de intervención de la propuesta.


Plan de Desarrollo Local.- La propuesta se debe impulsar dentro de un Plan de desarrollo local que involucre a diversos actores de la sociedad civil, el estado y la empresa privada.

Política comunicacional.- Un fuerte componente comunicacional que genere información y sinergias en las diferentes etapas de la intervención son necesarios para la promoción y el impacto esperado.

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